LA MUERTE: Mitos y realidades en el afrontamiento de pérdidas irreversibles

Publicada: el 01 de Noviembre del 2012

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(El texto que aparece a continuación es un extracto del libro titulado, Optimismo Inteligente. Sus autores son Maria Dolores Avia y Carmelo Vázquez, ambos son catedráticos de la Universidad Complutense de Madrid. El libro está en Alianza Editorial.)

Pensando en la fiesta de Todos los Santos me vino a la cabeza la lectura de este libro y más concretamente, el capítulo dedicado a la resistencia humana ante los traumas.

Centrándome de lleno en el tema de la muerte, es interesantísimo el análisis que ambos autores realizan al hablar de los principales Mitos y Realidades en el afrontamiento de situaciones de pérdidas irreversibles.

La primera idea errónea nos lleva a la consideración de la presencia inevitable de depresión y desesperación ante la pérdida.

La realidad es que si bien la tristeza y el malestar anímico están totalmente presentes en el duelo dada la dolorosa experiencia derivada de la separación definitiva de un ser querido, la depresión grave no es una característica universal ni obligatoria en el duelo. No en vano, la mayoría de las personas empleamos poderosísimos recursos para afrontar la nueva situación derivada de la pérdida.  

La segunda idea errónea nos indicaría que ante la pérdida es necesaria la presencia del sufrimiento y es más, su ausencia se consideraría indicativa de patología, trastorno y problemas emocionales para el futuro. Según esta segunda idea se presupone que cuando no  aparece una reacción de desgarro o desesperación, hay algo que va mal y que finalmente, la persona acabará por derrumbarse en algún momento.

Muy al contrario de lo que nos dice ésta segunda idea, el hecho de padecer síntomas depresivos ante la pérdida, lejos de ser necesario para la resolución satisfactoria del duelo, constituye un obstáculo y en ningún modo es un factor beneficioso para el proceso emocional de la persona que sufre la pérdida.

La tercera idea errónea nos indica que es importante elaborar o pensar profundamente sobre la pérdida. En este caso, ¿qué se entiende por elaboración. Si por elaboración entendemos  expresar nuestros sentimientos sobre la pérdida, analizar sus consecuencias y actuar, el proceso de elaboración puede resultar positivo. Hablar a los demás sobre una experiencia traumática tiene efectos positivos para la salud mental y física, pero¿Para todas las personas resulta bueno hablar Podemos decir que, en general, hablar y expresar sentimientos es positivo siempre y cuando esa necesidad esté presente, Dadas las diferencias individuales, la necesidad de expresar emociones no es algo que todas las personas sintamos por igual.

La cuarta idea errónea nos habla del tiempo de recuperación. ¿A partir de qué momento podemos diferenciar lo que consideramos un dolor normal de un dolor patológico. Se asume que el sufrimiento normal tiene una duración limitada. De hecho, en el DSM IV (1994) en el caso de la muerte de un ser querido se considera excesiva o anómala una relación de duelo depresiva que dure más de dos meses.  La realidad es que, no es infrecuente que los estados de angustia o malestar psicológicos de cierta importancia permanezcan durante meses o años, a modo de residuos de la pérdida. Incluso es posible que algunas pérdidas puedan llegar a provocar cambios persistentes en la personalidad, en la manera de relacionarlos con los demás o en nuestro estado de ánimo. Y es que, tal y como lo reflejan Avia y Vázquez, en ningún sitio está escrito qué tipo de reacciones debemos mostrar ante el duelo.

En este mismo punto, es muy interesante detenerse en el tipo de respuesta que los demás nos exigen en una situación de duelo. Si por un lado se espera que las personas expresemos dolor ante la pérdida, por otro parece esperarse que esta expresión sea fugaz y no se prolongue demasiado en el tiempo. En realidad, hemos de ser conscientes de que, ante las adversidades y la pérdida, los seres humanos mostramos una gran diversidad de respuesta.

Y ya para terminar, la quinta idea se refiere a ese final del proceso que ha venido llamándose aceptación, reorganización o recuperación. Los datos existentes sugieren que no siempre se alcanza este estado de resolución. No obstante, esto no significa que estemos en presencia de una patología mental. La experiencia ante la pérdida de un ser querido nos remite, en muchas ocasiones, a un proceso de ajuste diario y continuo.

Si bien los seres humanos somos extraordinariamente resistentes ante las adversidades no es menos cierto que la respuesta de cada uno de nosotros es profundamente compleja y variada.

Contemplar la diversidad de respuestas ante la muerte de un ser querido nos libera de ideas esquemáticas y teorías simplistas presentes también en el sentir popular y que, en muchas ocasiones pasan por alto la consideración de la siempre sagrada individualidad del ser humano.
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