Tal y como dijo ya hace muchos años el Dr. Gregorio Marañón, médico y escritor español (1887  1960),  Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir.

En esta línea me viene también a la cabeza un genial comentario que en más de una ocasión he escuchado decir a nuestro vecino de Estella, D. Javier Urra, psicólogo. Javier dice que lo peor que se puede decir como epitafio en la despedida de una persona es:murió como vivió, sin ganas.

Reflexiones como éstas nos dan pie a pensar en que, probablemente, no sólo nuestra capacidad sino también nuestro propósito y decisión juegan un papel muy importante en el sentido de nuestra vida que pudiera no ser otro que precisamente, el de dotar de sentido  a todos y cada uno de nuestros días de Vida, y digo VIDA, sin ir más lejos.

En esta línea podemos situar también el sentido al que se refiere Martin Seligman en su última  teoría sobre el bienestar. (La M del modelo PERMA, m: Meaning, significado, sentido).

Cuando hablamos del sentido de la vida es posible que pensemos en personas públicamente relevantes o en momentos especialmente trascendentales o inesperados. Sería algo así como si el bienestar derivado de poner sentido a nuestras vidas estuviera únicamente reservado a personas elegidas o a momentos excepcionales. Sin embargo, y sin quitar ni un ápice de interés, asombro, admiración o ensimismamiento a esas personas o a determinados momentos de nuestra vida que pudieran ser profundamente intensos en cuanto a su significado, cuando hablo de dotar de sentido a nuestra vida, me estoy refiriendo a ti y a mí, a nuestra cotidianeidad, a nuestros espacios de relación, a nuestras ocupaciones, trabajos y responsabilidades diarias, a nuestras actividades de ocio o a cualquier otro ámbito en los que nuestra vida se desarrolle.  

Y es que, casi siempre podemos encontrar la forma de apasionarnos y de lograr que aquello que tenga sentido para cada uno de nosotros y aquello que dote de significado a nuestras vidas se convierta en el timón de guía  de nuestro día a día.

A modo de ejemplo, os contaré un cachito de nuestra experiencia.

Escuchar activamente, mejorar y potenciar el bienestar de las personas forma parte de mi trabajo, me hace fluir y cobra sentido a través de la mirada, de la sonrisa o del llanto de las personas con las que comparto un encuentro. Me siento profundamente afortunada de poder poner mis conocimientos y mi experiencia al servicio del bienestar humano, ¿qué más se puede pedir, ahora bien, cuando los sábados toca coger la escoba, el rastrillo, la sopladora o lo que haga falta para adecentar los accesos al centro, pienso en la importancia de la acogida de las personas que nos visitan, en la belleza de nuestro entorno y entonces, surge la magia, barrer, arrastrar y soplar se convierte también en una fuente de bienestar. Cantamos en grupo cuando lo hacemos, nos detenemos a observar y deleitarnos con el resultado, nos felicitamos por el buen trabajo realizado y el eficaz equipo que formamos. Todo esto potencia nuestra  sensación de plenitud, nos hace sentir dichosas y proporciona sentido a nuestras vidas.

Por todo ello:

-Pon total atención en cada asunto que emprendas. Tener la atención alejada del momento que vivimos nos impide concentrarnos y disfrutar de lo que hacemos.
-Aprende a fluir (en una noticia anterior abordamos esta experiencia).
-Muestra apertura y embárcate en nuevas y diferentes experiencias. ¿En qué algo nuevo andas metido?
-Aprende hasta el día en que te mueras. ¿Qué he aprendido hoy?
-Muestra una actitud crítica y responsable ante todo aquello con lo que no estás de acuerdo.
-Transforma las tareas rutinarias en fuente de bienestar.
-Busca la mejor versión de ti mismo y póntela todos los días.
-Comprende que la vida es un aprendizaje continuo y que si estamos aprendiendo el error es posible. Esto quizás te ayude a persistir con determinación en tus propósitos.

Finalmente, y en definitiva, ¡VIVE!